lunes, 3 de enero de 2022

La belleza de Donizetti a través del canto

Enrique Arturo Diemecke

A Octavio Sosa


El Teatro Colón durante su temporada 2019 presentó Don Pasquale  de Gaetano Donizetti (1797-1848) con artistas de primer nivel y una nueva producción a cargo de Favio Sparvoli en la Réggie, y Enrique Bordolini como escenógrafo e iluminador, por lo que dado su éxito quisiera hacer algunas reflexiones sobre las decisiones que tomamos para la conformación del elenco atendiendo a las voces, las especificaciones del autor y el estilo de composición, entre otros. Aprovechando, hablaremos sobre el Bel canto y de la contribución de Donizetti en esta comedia.


Don Pasquale es una ópera cómica escrita en tan solo 11 días a solicitud del Teatro Italiano de París que nos revela a un compositor prolífico, similar a sus colegas del siglo XVIII. A Donizetti las melodías le brotaban naturalmente, primero por un entrenamiento musical perfecto al haber sido alumno de Johann Simon Mayr (1763-1845), maestro alemán afincado en Bergamo, también porque tenía una tremenda intuición respecto a la voz humana que era la materia musical fundamental de su patria.


El Bel canto es un estilo propio del siglo XIX pleno de lirismo, con legatos y cantabiles a la orden del día, exigiendo a sus intérpretes preparación para ornamentaciones y coloraturas que embellecerán la forma de cantar. Hay que mencionar que la melodía se va extender para ampliar las tesituras creándose nuevos horizontes para este arte donde por consiguiente lo importante será la emisión vocal, mientras que en adición sus compositores logran que ésta se convierta en un instrumento a la par de la orquesta. Una aportación de Donizetti es que los recitativos van a irse diluyendo para dar al aria una mayor presencia en el discurso dramático. Al suceder esto aparecen la cavatina y la cabaletta, partes que dan mayor prioridad a la acción y presencia en las características del personaje.


Donizetti crea ensambles formidables -imprescindible recordar por ejemplo el sexteto de Lucia de Lammermoor-, y en Don Pasquale al final del acto II tenemos el cuarteto empleando magistralmente un contrapunto con las actores principales. En este momento parece que todos se dieron cuenta de que han sido demasiado bromistas, y Don Pasquale deduce que quizá no le corresponde el papel de esposo. (Imagen 1) Consideremos por igual el vertiginoso dueto de Don Pasquale y Malatesta en el acto III, con un ritmo pesante y sus accelerandi, rasgo cómico inconfundible con la presencia indispensable de una excelente dicción y una articulación correcta de las palabras para tener una emisión virtuosa, sumando la interpretación correcta y precisión rítmica dejando un toque de genialidad de Donizetti, que en suma es todo un legado musical para reflejar los estados de ánimo y conductas de los personajes. (Imagen 2)






Imagen 1. Inicio del cuarteto final del Acto II de Don Pasquale de Donizetti (fragmento).



Ahora bien, cuando escuchamos la música en el foso desde los primeros acordes podemos simbolizarlo como una efusiva carcajada de toda la orquesta, que pese a esa fuerza no deja de ser transparente por lo que algunos autores consideran esta orquestación mozartiana, ya que por su claridad y nitidez se escucha absolutamente todo con exactitud. De igual suerte tenemos una orquesta que aparece como un ser vivo al ser transmisora de todo lo que va a pasar en la historia y observamos a ese Donizetti casi romántico -orquestalmente hablando- que abandona el concepto de simple acompañamiento instrumental.




Imagen 2. Fragmento final del Dueto de Don Pasquale y Malatesta del Acto IIII de Don Pasquale de Donizetti. 

Llegados a este punto tenemos que el elenco está conformado por cuatro papeles principales. Primero hablaremos de Norina, soprano lírico ligera, mujer de mediana edad con personalidad alegre, espíritu juvenil, juguetona, soñadora, liberal, precisando de una técnica puntual por lo demandante de este papel (que personalmente veo aún más difícil que el de Violeta de La traviata, por ejemplo). En contraparte posee un aire de frialdad para accionar inocentemente, un tanto abusiva y hasta violentamente. En esta dualidad aparecen el amor dulce y soñador, mientras tanto yace lo erótico, la seducción apasionada y divertida. Ella es ante todo una mujer libre y se clarifica en la escritura de Donizetti.


Dadas las características de expansión de la tesitura de esta época surge la soprano lírico ligero que podía acometer los fragmentos dramáticos como lírico y los rápidos agudos de ligero, por ejemplo. De tal manera la Norina, en el acto I segunda escena, tiene una línea lírica en la sección central que sube tímidamente; sin embargo cuando acomete la cabaletta empieza a interpretar ágilmente buscando llegar hasta arriba a un Do o Re bemol incluso, por supuesto siempre tratando de conservar una limpieza de ataque en todas las notas, por lo que claramente se justifican dos rangos distintos para lograr este concepto de ampliación.


Don Pasquale, necesita ser un bajo buffo (Basso buffo) con color tonal, voz grave y grande. Es básico un buen actor, con gran movilidad, desinhibido y con soltura en el escenario. Don Pasquale, es un hombre adulto mayor en el crepúsculo de su vida, aunque vuelve a tener esperanza ante la posibilidad de reencontrarse con la pasión sentimental. El bajo buffo tiene ese nombre porque podía hacer cosas muy cómicas empezando por su profundidad y al mismo tiempo por su capacidad de hacer falsetes destacando una veta cómica necesaria para el personaje. Este es un rol demandante ya que debe tener mucha expresividad.


Malatesta, es un barítono que requiere habilidad, expresión, con rango amplio, buena actuación, una proyección no tan pesada en el sentido de líneas vocales largas, pero ante todo articular impecablemente para convencer dadas sus distintas facetas de doctor, confidente, hermano y casamentero. Donizetti lo pensaba con amplias posibilidades para lo cómico, lo malicioso, pleno de momentos líricos para seducir y encantar para mostrar al auditorio sus intenciones. Los barítonos alcanzan sonidos que puede llevarlos a la brillantez, mientras que con el registro grave comparte lo cómico con el bajo buffo y la psicología de ser adultos mayores casi patriarcales.


Ernesto es un tenor ligero, lo que implica la presencia de agudos finos para subir y bajar en la escala con agilidad y homogeneidad, manteniendo capacidad para los cantabiles y sobre todo frescura en el timbre para representar a ese joven soñador. Siempre hemos creído que Ernesto es un idealista identificado con la inocencia, alejado del libertinaje, y que al igual que Norina busca la pareja perfecta. En la serenata del acto III, por ejemplo, se abre totalmente y muestra sus sentimientos dejándonos la imagen de un chico sin preocupaciones y libre que tiene a Norina que, aunque sin “alcurnia”, le ofrece ese amor sincero y puro que ha estado buscando. 


Respecto al coro, lo concibo con las cuerdas aligeradas porque las óperas dramáticas requieren coreautas con registros metálicos, duros para “cortar” el sonido de las orquestas y dar ese sentido dramático necesario, aunque acá se desea lo ligero para reflejar ese rasgo de actuación casi secreto, de chismeo, cuchicheo, de intriga y crítica a los patrones por sus impertinencias, requiriendo musicalmente mucha escrupulosidad. 


Para terminar algunos autores mencionan la presencia de aspectos sociales y psicológicos en esta obra, primero en la confrontación de “lo viejo” con “lo nuevo” en el concepto de un matrimonio por conveniencia que busca imponer Don Pasquale a su sobrino, quien pertenece a una nueva generación que desea unirse por libre decisión. Así es maravillosa la “despedida” al pasado y la “bienvenida” a estos temas de libertad tratados sin medias tintas por Donizetti en esos años 1840’s y sobre todo en París, símbolo de la vanguardia en las emancipación del individuo, tema que al final de la obra Norina lo destacará contundentemente. Hay que mencionar además que Don Pasquale aparece veladamente como un retrato de Donizetti que se siente acabado a sus 45 años, que añora su familia y a su mujer que ha muerto recientemente, y esa nostalgia se ve representada en el espíritu de un matrimonio feliz y pleno a través de Ernesto y Norina, ese pasado lejano que no volvería.


DON PASQUALE

Opera buffa en tres actos

LIBRETO EN ITALIANO: Giovanni Ruffini (firmado con el seudónimo de Michele Accursi), basado a su vez en el libreto de Angelo Anelli para la ópera Ser Marcantonio de Stefano Pavesi.

MÚSICA: Gaetano Donizetti (1797-1848)

ESTRENO: Teatro Italiano de París, 3 de enero de 1843.

REPARTO ORIGINAL: Giulia Grisi (Norina), Giovanni Mario (Ernesto), Antonio Tamburini (Doctor Malatesta), Luigi Lablache (Don Pasquale)

Don Pasquale es un solterón rico y cascarrabias. Con el objeto de que su sobrino Ernesto no herede su fortuna, Don Pasquale decide casarse. Esta actitud se debe a que Don Pasquale desaprueba la elección que Ernesto ha hecho para su propio matrimonio, la joven viuda Norina. La joven pareja, ayudada por el Doctor Malatesta, amigo de ambos y de Don Pasquale, logra que el viejo solterón realice un falso matrimonio con una tal Sofronia, que no es otra que Norina disfrazada, a la que presentan como hermana de Malatesta y recién salida de un convento. En cuanto la ceremonia nupcial finaliza, la fingida Sofronia revela sus verdaderas artimañas y se dedica a hacerle la vida imposible al viejo Don Pasquale. Malatesta sugiere que el matrimonio sea anulado. Don Pasquale acepta la sugerencia y, admitiendo que ha sido engañado, los perdona a todos.

Juan Arturo Brennan


Elenco de la producción 2019 del Teatro Colón, Buenos Aires, Argentina: 




Foto: Arnaldo Colombaroli