lunes, 1 de noviembre de 2010


Pentagramas románticos

31.10.10 - 01:44 -
Aires románticos en el programa -cuarto de su temporada- que la Orquesta Filarmónica de Málaga presentaba anteanoche en el Cervantes con dos grandes obras de repertorio: 'Concierto en si menor' Op. 104 para violonchelo y orquesta de Mahler y 'Sinfonía nº4 en mi bemol mayor' o 'Sinfonía romántica' de Bruckner.
Esa obra de Dvorak compuesta en Norteamérica pero concluida en Praga es expresión de sentimientos a más de flotar en el ambiente un aire nacionalista. Está el romanticismo superando a la forma clásica, las melodías llegan directamente a los oídos, el violonchelo desgrana bellos pasajes y la orquesta suma, ya con fuerza, ya con delicadeza. Una gran intérprete, Tatiana Vassiljeva, con un instrumento Stradivarius, que nos pareció aporta un 'color' especial derivado de su condición barroca. Detallista y no menos apasionada, Tatiana Vassiljeva, mostró asimismo ternura expresiva y tuvo una atenta colaboración en la Orquesta Filarmónica de Málaga (OFM) y la precisa concertación de Enrique Diemecke. Resuelta la Orquesta desde la larga introducción, sobresaliente los metales -muy destacadas las trompas- escuchamos una excelente interpretación. A los sostenidos aplausos del auditorio correspondió Vassiljeva con un bis en la línea de los grandes chelistas.
Hace años, no sé si tantos como para decir muchos, empezamos a entusiasmarnos con Mahler, ¿vamos por el mismo camino con Bruckner? Al menos ya no viene siendo extraordinario la monumentalidad de la obra del maestro -Bruckner lo fue de Mahler- tan rico en ideas, que las coge y las suelta, surgen contrapuntos y ritmos, ya no se suscribe lo de la «algarabía monstruosa» del antiwagneriano Hanslick. Sinfonías las de Bruckner siempre sujetas a revisión para disminuir sus duraciones o aplicar otros retoques, pero que en esta 'Sinfonía Romántica' suena en todo su esplendor. Gran mundo sonoro, también por wagneriano, pero lleno de contrastes, formalista y romántico convencido.
Diemecke sorprendió -digámoslo- con una espléndida traducción de esta 'Sinfonía nº 4' ante una gran orquesta transfigurada, extraordinaria de motivación que dio perfecta respuesta al ímpetu, vigor y sentido comunicativo del director mexicano, quien tuvo una cuerda sensible comandada por Andrea Sestakova, con vientos y percusión bien conjuntados. Larguísimas muestras de complacencia en honor del director y profesores de la Orquesta Filarmónica de Málaga, con saludos de cada uno de los grupos instrumentales, pusieron final al brillantísimo concierto.

El oráculo de Brahms

JOSÉ MANUEL CABRA APALATEGUI | ACTUALIZADO 31.10.2010 - 05:00"...Dvorak y Bruckner, protagonistas del cuarto concierto de abono que, bajo la batuta del director mexicano Enrique Diemecke, ofreció la Orquesta Filarmónica de Málaga el pasado viernes y en el que la renombrada Tatiana Vassilijeva, con un Stradivarius de 1725, ofició como solista en el Concierto para violonchelo y orquesta del músico bohemio. La violonchelista rusa y la orquesta ofrecieron una interpretación decidida y sensible, llena de claridad, de esta pieza transida de nostalgia que muestra el excepcional talento de Dvorak para escribir melodías inolvidables. El Bruckner de Diemecke fue definitivamente sorprendente; ágil y vigoroso a la vez; como un velocista alto y corpulento. Una Sinfonía Romántica (versión Novak) adaptada a nuestro mundo, a nuestros modos impacientes, que necesariamente va ligera de equipaje. Sin llegar a desnaturalizarla, la interpretación de Diemecke la despoja de gran parte del sentido espiritual, casi místico, que alcanza en lecturas más pausadas; quizás de otro tiempo, pero irrenunciables. Resultó un discurso coherente, brillante e impecablemente ejecutado… sólo que no todos teníamos prisa por ir a cenar."

martes, 12 de octubre de 2010

El director mexicano celebra 10 años frente a la OSLB


Diemecke está de fiesta

Lucero Amador-Miranda/Lucero.amador@laopinion.com

2010-10-09

La Opinión

Enrique Arturo Diemecke está de fiesta.

Hace una década que se estrenó como director de la Orquesta Sinfónica de Long Beach y esta noche celebrará ese acontecimiento con lo que más le gusta hacer: música.

El tiempo ha transcurrido rápido para Diemecke y ese hecho lo ve con buen augurio.

"Por una parte, quiere decir que la situación es buena, que las cosas han ido bien", expresa el conductor mexicano. "[Estos diez años] han sido una experiencia buena y bonita".

Con el concierto de esta noche, From Russia With Love, Diemecke da inicio a la nueva temporada de la orquesta, en la que presentará varias sinfonías de compositores rusos.

El escenario será en Long Beach Performing Arts Center, el que ha hecho prácticamente su casa.

"Será un recorrido mu-sical fascinante", expresa el maestro.

Diemecke es un hombre de ciclos, como él lo define. Las temporadas con las orquestas que ha dirigido son largas, y es quizá eso lo que ha logrado afianzar una cercanía con el público y con sus músicos.

"Hemos sido muy afortunados en tener un buen público", expresa. "Hemos logrado una buena respuesta por parte de la comunidad a pesar de los problemas económicos".

El director está celebrando su décimo aniversario con la Orquesta Sinfónica de Long Beach, pero tiene cinco con la Filarmónica de Buenos Aires y 22 con la Sinfónica de Flint, de Michigan.

Hace cuatro años se despidió de la Orquesta Sinfónica Nacional de México, que dirigió por 17 años.

Con esa experiencia entre sus manos, el maestro ha logrado el reconocimiento en varios escenarios internacionales y no sólo es admirado por su talento sino también por su origen latino.

Pero él asegura que la simpatía hacia los músicos latinos y el apoyo que tienen ahora no ha sido siempre.

"A mi me tocó abrir brecha", asegura. "Tengo muchos años de dirigir en Estados Unidos y de alguna manera siempre he incluido a compositores latinos [en mis conciertos]".

Cuenta que desde que llegó a este país ha tratado de expandir ese talento musical hispano.

"Con la Filarmónica de Los Ángeles por primera vez se comenzó a escuchar música latina de una forma mas categórica, porque no se había impuesto, no estaba dentro de las programaciones", dijo.

Pero Diemecke reconoce que el talento latino siempre ha estado presente en toda América.

"Estamos entrenados tanto como los europeos o los norteamericanos, sólo ha sido cuestión de que nos dieran oportunidad, porque la preparación existe", explica.

Agrega que "hacía falta que lo permitieran, y cuando lo escucharon se quedaron sorprendidos de esa fogosidad y entrega que el latino tiene".

El conductor decidió celebrar su aniversario con una serie de composiciones rusas por la profundidad que guarda cada una de las piezas.

Por esa razón seleccionó la sinfonía de Sergie Prokofiev —considerado uno de los mejores compositores del siglo XX— llamada La clásica.

Luego presentará Concierto de piano número 2 de Rachmaninoff, el cual será interpretado por el virtuoso pianista Vladimir Feltsman.

Y para cerrar, el director dice que lo hará con "una obra fascinante", Cuadros de una exposición, de Modesto Mussorgsky y Mauricio Ravel.

"La obra encierra momentos fabulosos melódicos, con ritmos que complacen instantáneamente a quien lo escucha", dice.

sábado, 28 de agosto de 2010

SÁBADO, 28 DE AGOSTO DE 2010

MUSICA › EL PIANISTA ANDRAS SCHIFF SE PRESENTO EN EL TEATRO COLON

La asombrosa modernidad de Beethoven

El músico húngaro, uno de los máximos intérpretes de piano en la actualidad, brindó dos conciertos memorables. Uno como solista, para el Abono Centenario del Colón. Y el jueves fue el solista de la Filarmónica de Buenos Aires.

Por Diego Fischerman


András Schiff se niega a llamar “Claro de luna” a la sonata de Beethoven que todos conocen por ese nombre. No lo es. Porque, dice, esa sonata ya tiene un nombre, puesto por el propio Beethoven: “Quasi una fantasia”. Ese detalle, buscar en la propia obra y en su escritura aquello que tiene para decir sintetiza a la perfección, en todo caso, el estilo del pianista. El martes tocó solo, para el Abono Centenario del Colón, comenzando precisamente con esa sonata que Beethoven presentaba como “casi una fantasía”. Y el jueves fue el solista del concierto de la Filarmónica de Buenos Aires y, con dirección de Arturo Diemecke, interpretó el Concierto Nº 5 de ese autor. Fueron dos actuaciones memorables y, en ambos casos, pusieron en escena la poderosa modernidad y el efecto revelador de una concepción filologista y ceñida a la más absoluta literalidad que, por otra parte, no desdeña ninguna de las posibilidades interpretativas del piano moderno.

En su concierto solista, Schiff rondó los límites del género que, en los siglos XVIII y XIX, se constituyó en terreno de abstracción. La Sonata Op. 27 Nº 2, ya desde su apelación a la idea de la fantasía, rompe con el género y, en el final del concierto, la Sonata Nº 21 en Do Mayor Op. 53 dedicada al conde Von Waldstein llevaba sus reglas hasta un abismo o, por lo menos, un nuevo punto de partida. Y entre ambas obras, el pianista tocó la primera de las sonatas de Schumann y su fenomenal Fantasía en Do Mayor Op.17 (nuevamente sonata y fantasía como puntos de tensión). Y ya en el comienzo de la “quasi una fantasia”, con el escrupuloso respeto a la indicación beethoveniana “debe tocarse esta pieza delicadísimamente y sin sordina”, plasmó su mundo interpretativo. El efecto buscado por el autor fue el de una bruma, con la resonancia de todo el instrumento, y Schiff lo tocó exactamente así, delicadísimamente y sin sordina (indicación que en tiempos de Beethoven, y de pianos muy poco resonantes, implicaba el uso del pedal resonador).

Más allá de la facilidad y la naturalidad que Schiff transmite, fue asombroso su dominio del color, su manera de lograr timbres y densidades diferentes según los registros –incluso simultáneamente, como en la Waldstein– y la absoluta liviandad de un fraseo que, no obstante, nunca perdía la fuerza y el impulso. Un Impromptu de Schubert, una de las Canciones sin palabras de Mendelssohn y el primer movimiento del Concierto italiano de Johann Sebastian Bach fueron la generosa respuesta del pianista a la ovación del público.

Para su actuación con la Filarmónica el Colón volvió a estar lleno hasta el tope y volvió a aplaudirlo con fervor durante largos minutos. El Concierto Nº 5 de Beethoven había sido interpretado de manera extraordinaria y también en este caso su toque, casi de clavecinista, había sobrevolado las texturas de la orquesta que, dirigida con justeza por Diemecke, fue una socia exacta. Como bis, Schiff, aplaudido también por la orquesta y el director sobre el escenario, tocó el Arabesque de Schumann. Prodigiosamente su sonido fue otro, su fraseo se espesó y Schiff brindó una verdadera lección de rubato. En la primera parte del concierto la orquesta había tocado la virtuosa Till Eullenspiegel, de Richard Strauss, y el Adagio de la inconclusa Sinfonía Nº 10, de Gustav Mahler. Pareja en todas sus filas, sensible a las marcaciones del director y homogénea en su fraseo, se destacaron los solistas de flauta y corno así como su concertino Pablo Saraví. En la obra de Mahler, la interpretación fue intensa y ya desde la exposición, a cargo de la fila de violas, se mantuvo un intenso clima expresivo. Diemecke, que logró además una precisa diferenciación estilística entre las tres obras, se abrazó al final del concierto con el solista. Y el abrazo fue merecido para ambos.


MAHLER POR LA ORQUESTA FILARMONICA DE BUENOS AIRES, EN EL COLON
Una velada ejemplar

Sinfonía N° 3, en Re menor, de Gustav Mahler. Octavo concierto de la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires, dirigida por Enrique Arturo Diemecke, Con el Coral Femenino de San justo (Roberto Saccente), el Coro de Niños del Teatro Colón (César Bustamente) y la solista Graciela Alperyn. Teatro Colón (Libertad 621), jueves 12.
Con una concurrencia numerosa, el octavo concierto de la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires resultó sin duda una velada ejemplarizadora. Porque una sinfonía tan compleja como la tercera que compuso Gustav Mahler (1860-1911), el admirable compositor a quien se tributan muchos homenajes en su sesquicentenario, encierra y requiere, muchos factores concurrentes.
En esencia, la Sinfonía N4 3 en Re menor guarda heterogeneidad, una fuerte propensión metafísica, con una duracióti de más de hora y media en sus seis movimientos, incorporando un coro femenino, otro de niños y una solista vocal.
En ese contexto, se logró en la ejecución de Enrique Arturo Diemecke un resultado realmente lucido.
Desde el primer movimiento, donde destacan los vientos que allí toman amplia participación como también la percusión, se advirtió una sólida preparación, favorecida por la nueva cámara acústica estrenada en la ocasión y construida en el propio teatro.
EL DIRECTOR La labor del director mexicano y la respuesta de las cuerdas en el admirable 'Adagio' que cierra la partitura adquirió un fraseo, diríamos ejemplarmente mahleriano, escandido y sutil, en una de las páginas mejor construidas por el compositor, que provocó la esperada explosión y reacción del público.
En la intencionalidad poemática dada por textos de Friedrich Nietzsche y del 'Des Knaben Wundenhorn', cabe también ponderar la participación del Coral Femenino de San Justo, con unas cincuenta voces, fundado y dirigido por el maestro Roberto Saccente y del Coro de Niños del Colón preparado por César Bustamente. que se ubicó en un palco 'avant-scéne'.
La participación solista de la mezzosoprano compatriota Graciela Alperyn, de conocida carrera internacional, mostró un cabal dominio de la parte y acentos expresivos adecuados. En suma, con cámara acústica de estreno, permisiva de una mejor proyección sonora, el concierto constituyó un noble homenaje a Mahier a través de la tercera de su decena de obras sinfónicas ∎

Néstor Echevarría


lunes, 19 de julio de 2010

Digno homenaje a Schumann Atractivo concierto de la Filarmónica de Buenos Aires para Festivales Musicales


LA NACIÓN
18 de julio de 2010
Filarmónica de Buenos Aires. Concierto de Festivales Musicales. Dirección: Arturo Diemecke. Solista: Natalie Clein (chelo). Programa: Obertura de Las alegres comadres de Windsor, de Nicolai; Concierto para violonchelo y orquesta en La menor op. 129, y Sinfonía Nº 3 en Mi bemol mayor, Renana, de Robert Schumann. En el Teatro Colón. Nuestra opinión: muy bueno.
Una noche feliz para la música romántica resultó ser la última sesión de la Filarmónica de Buenos Aires. Bien puede considerársela como un digno homenaje tributado a Robert Schumann, conspicuo representante del romanticismo musical, con motivo de conmemorarse el bicentenario de su nacimiento. El hecho de coincidir análoga celebración con la de Otto Nicolai -también nacido en 1810-, motivó indudablemente a los organizadores a incluir su Obertura de Las alegres comadres de Windsor , la más notoria de sus cinco óperas, compuesta según la célebre comedia de Shakespeare. Pero, por cierto, no fue éste el único mérito de Nicolai, discípulo de Carl Friedrich Zelter, con quien compartió su afinidad electiva por Bach y sus obras -al igual que Mendelssohn, quien fue asimismo discípulo de aquél-. Cantante, pianista, organista y compositor de obras sacras y corales, el talento polifacético de Nicolai resumió las más variadas tendencias musicales de su tiempo, siendo por ello consciente de que su concepción musical se orientaba más hacia el intelecto que hacia la imaginación y el mundo emocional. Al igual que Schumann reflejó la típica dualidad del genio romántico.
Debe acotarse, sin embargo, que la obertura aludida es música que causa un placer auditivo inmediato en el oyente; se advierte en ella el gusto de Nicolai por la ópera italiana y su fluidez melódica, aunque también la fusión de estilos entre ésta y la ópera alemana, hecho criticado precisamente por Schumann en sus escritos teóricos. La Filarmónica cumplió una lograda y lucida labor al reeditar su espíritu ligero y festivo, con homogeneidad sonora, ajuste rítmico y plausible equilibrio dinámico.
Arturo Diemecke condujo con agudo sentido de la interacción interpretativa el Concierto para violonchelo y orquesta en La menor op. 129 , de Schumann que siguió teniendo como solista a la talentosa Natalie Clein, cuyo protagonismo interpretativo tuvo a través de un instrumento de autor -un Guadagnini, de 1777- elocuente voz instrumental, si bien su amplia gestualidad no resulta muy conveniente para obtener una buena relajación en beneficio de una sonoridad menos agresiva.
Dueña de un dominio técnico indudable, con clara articulación y nitidez expositiva, Clein demostró poseer cabal comprensión de la obra, sin que su virtuosismo opacase el clima poético de la obra. Graduó muy bien las tensiones dramáticas en el Allegro inicial ( Nicht zu schnell ), lo mismo que las transiciones expresivas, rápidas y cambiantes en éste y los restantes movimientos, como en el segundo ( Langsam ), con una amplia meditación cantabile, muy bien matizada y expresiva. Como el propio Schumann consignó en el catálogo de sus obras, este concierto es, en realidad, una "pieza de concierto con acompañamiento de orquesta". Diemecke condujo a la Filarmónica con maestría, graduando la sonoridad general, lo cual dio mayor relevancia al desempeño de la solista.
Notoria pujanza musical cobró la Filarmónica de Buenos Aires, principalmente a partir del comienzo de la Sinfonía Nº 3 de Schumann ("Renana"), que Diemecke encaró comunicando a la orquesta un auténtico impulso romántico, pleno de vital entusiasmo. Con una calidad expresiva que el sonido orquestal reprodujo en todo momento, la versión constituyó el punto culminante del concierto, exhumando el fervor romántico que el alma de su autor sintió por el paisaje natal vecino al Rhin. Sus síncopas rítmicas iniciales en el Vivo inicial ( Lebhaft ) dieron el tenor de ese movimiento, y el preciso cumplimiento de las indicaciones del tempo fueron traducidas de manera siempre eficiente. Fue muy bien manejado el balance sonoro y resultó equilibrado el rendimiento de cada grupo instrumental, con particular mérito de los bronces, de sonido blando aunque sin perder brillo, siguiendo el papel que el autor les reservó en esta sinfonía.
Héctor Coda

martes, 13 de julio de 2010

Conferencia para la Audio Engineering Society, México


Jornadas educativas de la Audio Engineering Society - XPO SOUND:CHECK, 2010
"Este año, el ámbito de video e iluminación, volvieron a marcar junto con el audio, las áreas de desempeño profesional que mayor matricula representan para la industria –en términos de producción- con un 45 por ciento entre todas. Para atender a esta camada de profesionales, la presencia del programa educativo armado por la Audio Engineering Society México (AES), se ha convertido en un seminario imprescindible para quien desea hacer carrera en el competido ámbito de la sonorización y grabación de audio."

"Las ponencias dictadas por auténticos gurús en la materia como Chuck Ainley, Anibal Kerpel, Moogie Canazio, Wes Dooley, Andrés Mayo, Poppy Crum, Humberto Terán, Ed Cherney, Chris Lord Alge, Bob McCarthy, Gabriel Benitez, Enrique Diemecke, Rosino Serrano y Valeria Palomino, debatieron y analizaron temas relacionados con los desafíos del monitoreo personal, los procesadores de audio, los micrófonos de listón, psicoacústica, la grabación y producción sinfónica, el sonido de calidad en un home studio y la producción de un disco con calidad internacional
Un espacio de formación invaluable pues reúne a la elite de los profesionales locales e internacionales con nuestra comunidad."
Glosado a partir de un original de la Revista MUSIC LIFE, junio 2010.

lunes, 12 de julio de 2010

El público del futuro


Por Cecilia Scalisi Para LA NACION
Uno de los temas importantes que preocupan a las grandes instituciones musicales del mundo es la formación de sus nuevos públicos. Las respuestas a esa preocupación (que no sólo define el futuro de las salas de conciertos y teatros de ópera, sino que atañe también a las respectivas sociedades en que esos organismos actúan) son los variados programas educativos que implementan para la formación de alumnos y maestros. Sea cual fuere el formato, e independientemente de los recursos económicos que se destinen, dos comunes denominadores trascienden en los casos líderes: calidad y permanencia. La calidad implica poner en juego los mejores recursos artísticos y la participación directa de las figuras sobresalientes de esas instituciones (como Barenboim en la Staatsoper y Simon Rattle en la Filarmónica de Berlín). La permanencia denota continuidad, frecuencia, método y empeño. Así, por ejemplo y según el contexto de cada lugar, existen proyectos que apuntan a la creación de públicos desde la perspectiva de la integración racial, en comunidades donde la inmigración representa un tema sensible (tal el caso de Suiza). Otras instituciones concentran sus esfuerzos en difundir repertorios como cultura general, realizando temporadas infantiles de ópera y conciertos; mientras que otros teatros consolidan el aspecto educativo a través de la preparación de docentes que luego introducen a los niños en el género. Hay programas sencillos y los hay también sofisticados, como el ambicioso plan que instituyó una región de Alemania, de entregar un instrumento a cada niño en edad escolar, con la expectativa de asegurar que todo alumno pueda sostener la práctica instrumental como parte de su formación primaria, con un alcance de doscientos mil chicos y un presupuesto de cincuenta millones de euros. Existen iniciativas, como la de Daniel Barenboim y su orquesta Staatskapelle Berlin, del jardín de infantes musical, donde se incorpora la educación del oído desde la edad más temprana. Igualmente, la extensa serie de proyectos creativos de la Filarmónica de Berlín, con conciertos didácticos o ensayos a cargo de Zubin Mehta, Christoph von Dohnányi, Bernard Haitink o Gustavo Dudamel, es una muestra de cómo esa preocupación, en los países desarrollados, se traduce en programas de acción. Es en este marco de referencia internacional que cabe observar la realidad argentina y comprobar, con satisfacción, que el Teatro Colón, ya reabierto a la comunidad, no está ajeno y se ocupa de estas cuestiones. Cada institución en su contexto, siguiendo su tradición y atendiendo las necesidades de su entorno (como en el concepto de la "política de programación sensible" del brillante Kent Nagano), un plan sistemático en la Argentina debería priorizar el acceso igualitario a la cultura, como estímulo para superar las cada vez más profundas desigualdades sociales. Es bienvenida entonces la iniciativa de "Mi primer concierto en el Teatro Colón", una propuesta del Instituto Superior de Arte (ISA), en colaboración con el Ministerio de Educación de la ciudad, realizada entre el 14 y 16 de junio pasados. Mediante este programa, 6600 alumnos de escuelas porteñas de entre 8 y 11 años, preparados por sus docentes (trabajando con una guía didáctica durante un mes previo a la visita al teatro), fueron invitados a tres conciertos de la Filarmónica de Buenos Aires (OFBA), dirigida por Enrique Arturo Diemecke, con narraciones de Víctor Neuman. La distribución se planteó en un 60% de escuelas públicas y un 40% de escuelas privadas, convocadas según el orden de inscripción. Si bien el proyecto va por su tercer año (los anteriores fueron en la Legislatura y el Teatro del Globo), lo positivo del actual ciclo fue el hecho de haberlo presentado en el propio Teatro Colón, capitalizando así el interés suscitado por la reapertura. No es éste el único ni primer emprendimiento de promoción y enseñanza de la música; los hay desde antaño y en diversas formas (de hecho existe un programa de la ciudad para la formación de orquestas juveniles, por mencionar uno de los esfuerzos), pero sí debe ser destacado, puesto que el Colón, tras su reapertura, debe servir de ejemplo como institución líder de la vida cultural en el país. Eduardo Ihidoype -creador y verdadera alma máter del proyecto, músico de la OFBA y actual director del ISA- afirma que la inversión económica que demanda el proyecto es mínima, y que la realización no representa más que trabajo y ganas de hacer. "Los chicos reciben con felicidad lo que les damos los adultos", sostiene. Y ha sido admirable en ese sentido el comportamiento de los alumnos, que mantuvieron el orden para ingresar y el silencio a lo largo de las ejecuciones, así como reveladora la expresión de asombro, ante la fascinación despertada por la belleza del edificio. "Debemos crear nuevos públicos, pero -agrega Ihidoype- contribuir sobre todo a la formación de nuestros niños, que serán los dirigentes de mañana, los profesionales, maestros y políticos del futuro." Es importante por ello que el Teatro Colón se ocupe del tema y que lo haga bajo la fundamental premisa de la calidad. Luego será necesario extender el alcance del proyecto, asegurar la permanencia (convirtiéndolo si es posible en una temporada) y aumentar la regularidad de estos programas. Es también indispensable que nuestra dirigencia política -como lo han hecho otros países que decididamente invierten en educación y cultura- comprenda el valor de esta herramienta de integración y la apoye con el compromiso que augura la presencia del jefe de gobierno, quien acompañó a los alumnos en la última función del ciclo. De modo que, entre los beneficios de esta iniciativa, está en primer lugar la posibilidad de que los niños conozcan la sala y reciban ese inolvidable impacto con la alegría de una experiencia compartida con sus pares. Luego, en un nivel más profundo y menos inmediato, la idea de entablar contacto con el más elevado lenguaje de la música, el que exige concentración, capacidad de abstracción y disciplina de sostener el silencio; la aspiración de estimular el enaltecedor hábito de saber oír (tan deteriorado en nuestros días), y ensanchar el horizonte del pensamiento en la mente de los niños, que, frente a tanto entretenimiento superficial y vacuo, frente a tanta vulgaridad y decadencia que los rodea, encontrarán en la música un alimento espiritual que da calidad a la existencia humana. Los niños son nuestro espejo hacia el futuro. A ellos les legaremos este teatro que deben aprender a amar sin prejuicios ni resentimientos. Y así como cada padre individualmente atiende la educación de sus hijos, es saludable que, como sociedad, también actuemos en pos del conjunto. Enseñar, sin antagonismos estériles, la dicha de disfrutar y crecer con la música.
© LA NACION La autora es musicóloga y periodista.

sábado, 12 de junio de 2010

Sharon Bezaly junto a la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires


La joven flautista israelí se presentará junto a la O.F.B.A. en el Teatro Colón. En esa oportunidad interpretará el concierto para flauta de Aram Khachaturian. Director: Enrique Arturo Diemecke
Teatro Colón Ciclo de Abono a 18 conciertos Orquesta Filarmónica de Bs. As.
Solista: Sharon Bezaly, flauta Coro Estable del Teatro Colón Director Invitado: Antonio Domenighini Director: Enrique Arturo Diemecke En programa: Aram Khachaturian Concierto para flauta (adaptación de Jean Pierre Rampal del Concierto para violín) Gustav Mahler Sinfonía Nº 2 en Do menor, “Resurrección”.

miércoles, 12 de mayo de 2010

Director de orquesta mexicano Enrique Arturo Diemecke recibe el Orfeo lírico

París, 4 may (EFE).- El director de orquesta mexicano Enrique Arturo Diemecke expresó hoy a Efe su alegría tras recibir el premio Orfeo 2010 por su grabación de la ópera "Le Jongleur de Notre-Dame", de Jules Massenet, protagonizada por el tenor italiano Roberto Alagna, grabada en 2007 y editada a finales de 2009. Poco después de hacerse con el cuatro Orfeo de su densa carrera, el maestro mexicano, director artístico de la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires del Teatro Colón, y de la Orquesta Sinfónica de Long Beach, en California (EEUU), entre otras formaciones, subrayó "lo muchísimo que significaba" para él este galardón. El Gran Premio Internacional de Disco Lírico francés le fue entregado en el Anfiteatro Olivier Messiaen de la Opera de la Bastilla, explicó a Efe en conversación telefónica minutos después de recibirlo. "Este premio es una cosa muy especial, un reconocimiento que dan los conocedores de la ópera, de la lírica, a las grabaciones más importantes del año, y ser candidato o ganarlo "significa muchísimo para mi", destacó. El también director artístico de la Orquesta Sinfónica de Flint (Michigan, EEUU); que suele ser director invitado de la Filarmónica de México y de la Orquesta de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) supo del premio el pasado viernes, comentó. Ni siquiera los organizadores sabían que podría venir, pues sólo se anuncia en el último momento, añadió este director, que es la primera vez que está presente en la entrega de uno de sus cuatro Orfeo. "Le Jongleur de Notre-Dame", interpretado por la Orquesta Nacional de Montpellier en 2007, fue grabado en por Deutsche Grammophon. Roberto Alagna iba a dar un recital en Montpellier (sureste) "y, de repente, nació la idea de hacer una ópera", y eligió "Le Jongleur", en la que el personaje principal es un tenor que interpreta el papel del juglar, explicó. "Me llamaron a mí para hacer la dirección de orquesta, se grabó en directo y salió el disco", agregó el director, que suele dar conciertos con orquestas de España, Francia, Holanda, Polonia, y otros países europeos, así como de EEUU, y por supuesto de América Latina. El director, que a su intensa actividad y a sus frecuentes viajes por todo el mundo suma su trabajo como compositor "para comprender mejor" la tarea de dirección -explicó-, es también profesor de la Escuela Superior de Música del Instituto Nacional de Bellas Artes de México D.F. Ciudad donde nació, aunque creció en Guanajuato, donde vivió hasta que fue a estudiar a Estados Unidos y luego a Europa, en concreto en París, donde vivió "uno de los momentos más importantes" de toda su vida, resaltó. EFE FUENTE: http://www.eluniversal.com.mx/notas/677788.html